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5 de febrero de 2017

Somos mi hijo y yo, un nene de seis y yo en una casa oscura y grande. Me da un beso en el brazo y se da vuelta para dormir. No hay luz en la ciudad que está rota. Escuché como entraban en casas de vecinos y los gritos. Los comercios tampoco tienen luz y cerraron. Hay pandillas. El nene y yo cerramos todas las persianas que cerraban y nos llevamos una bolsa de papas fritas al cuarto. Pero en la oscuridad pensé que mejor irnos mañana. No esperar otra noche y otro día que parece noche. No esperar más nada. Mañana vamos a la terminal le dije, vas a armar tu mochila. Si me dijo. Llevas una muda y la tablet, en otra ciudad con energía vamos a cargarla, y mi teléfono también. Te gusta la idea? Si. Somos dos, yo no peso más que 46 kilos, yo pienso por los dos. Me acordé de su bici de caño negro afuera seguro oxidada. Me acordé de su papá en Estados Unidos Texas. Te acordás algo antes de que nos separemos? Le digo de la nada. Sé que está despierto pero no lo veo, trata de no tener miedo. Casi nada era muy chiquito, me acuerdo que papá dormía en tu cama. Pienso en las fiestas a las que fui, en el amor y los besos. En cuántos trasportes tenemos que tomar mañana para que nos alojen. Que hace un mes su papá se tomó un avión. En que todavía no llegaron al techo y hay que aprovechar eso. Que por suerte heredó mi piel que es muy suave y las ganas de correr.