Me conmoví el otro día que me contaste que en
la escuela tenías un ranking de los chicos que nunca habían llorado, y los
admirabas. Yo también me di cuenta de chiquita que era una llorona, a pesar de
la vergüenza, del orgullo y de todo. Nunca supe cómo hacen. Tan cancheros. De
chiquitos se trazó una línea y quedamos de este lado. Conocimos la humillación,
nos dimos cuenta que no iba a ser fácil. Que tal vez no éramos Seinfield sino
George. Y con problemas de respiración